"Es ésta una historia lamentable: el hombre busca un principio sobre el cual pueda apoyarse para despreciar al hombre: inventa un mundo para poder calumniar y salir de este mundo: de hecho, extiende siempre la mano hacia la nada y de esta nada saca un Dios, la «verdad», y, en todo caso, un juez y un condenador de este ser...
Si queremos tener una prueba de la manera profunda y fundamental como las necesidades verdaderamente bárbaras del hombre tratan de satisfacerse, aun en su estado domesticado y su «civilización», es preciso buscar los leitmotiv de toda la evolución de la filosofía. De este modo encontraremos una especie de venganza de la realidad, una destrucción socarrona de las evaluaciones en medio de las cuales vive el hombre, un alma insatisfecha que considera el estado de disciplina como una tortura y que experimenta una voluptuosidad en cortar, de un modo enfermizo, todos los lazos que le ataban a él.
La historia de la filosofía es una rabia secreta contra las condiciones de vida, contra los sentimientos de valor de la vida, contra la decisión en favor de la vida. Los filósofos jamás dudaron en afirmar un mundo, a condición de que estuviera en contradicción con este mundo, de que pusiera en sus manos un instrumento que pudiese servir para hablar mal de este mundo. La filosofía fue hasta aquí la gran escuela de la calumnia, y de tal modo se impuso que aún hoy día nuestra ciencia, que se hacía pasar por intérprete de la vida, ha aceptado la posición fundamental de la calumnia y manipula este mundo como si no fuera más que apariencia, este encadenamiento de causas como si no fuera más que fenomenal. ¿Cuál es el odio que entra en juego?
Yo creo que es siempre la «Circe» de los filósofos, la moral que les juega la mala partida de forzarles a ser, en todo tiempo, calumniadores... Creían en las «verdades» morales, encontraban allí valores superiores: ¿qué les quedaba por hacer sino decir no a la existencia a medida que la comprendían mejor?... Pues esta existencia es inmoral... Y esta vida reposa en hipótesis inmorales: y toda moral niega la vida.
Suprimamos el mundo verdadero: para hacer esto, tenemos que suprimir los valores superiores que tiene en curso hasta aquí la moral... Basta demostrar que la moral ella también es inmoral, en el sentido en que la inmoralidad ha sido condenada hasta aquí. Cuando hayamos roto de esta manera la tiranía de los valores que han tenido curso hasta aquí, cuando hayamos suprimido el mundo-verdad, un nuevo orden de valores aparecerá naturalmente.
El mundo-apariencia y el mundo-mentira: he ahí la contradicción. Este último fue llamado hasta ahora mundo-verdad, «verdad absoluta», «Dios». Éste es el que hemos suprimido."
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La voluntad de poder, texto de Textos de los grandes filósofos: edad contemporánea, Herder, Barcelona 1990, p.88-92.
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